Por Daniel Gort
El cerebro no busca la verdad sobre el mundo que nos rodea,
sólo busca sobrevivir y eso a veces crea conflictos entre nuestra parte
consciente racional y el resto. Para empezar, los estímulos percibidos,
se simplifican infinitamente para poderlos procesar en nuestro sistema
nervioso, luego sólo una pequeña parte de éstos estímulos o inputs
(según la nomenclatura cognitivista) se procesan de forma consciente.
Ésto quiere decir que nuestro cerebro trabaja con mucha información que
no es evaluada por nuestra corteza prefrontal (área relacionada con la
reflexión consciente de los pensamientos).
Si somos capaces de enviar información directamente al inconsciente, seremos capaces de sugestionar a la gente. Ésta premisa sería la base para la propaganda subliminal, que floreció durante los años cincuenta del siglo pasado y en el contexto de la guerra fría.
Podemos distinguir dos vías para transmitir propaganda de manera inconsciente:
- Superar el umbral de percepción consciente: La tecnología de imágenes en movimiento se basa sobre todo en una secuencia de fotogramas que se muestran a una velocidad de unos 14 fotogramas por segundo. A partir de ésta frecuencia, un fotograma con una imagen subliminal, sólo podría ser percibido inconscientemente.
- Evitar el foco de atención: nuestra percepción consciente se rige por la atención. A más atención, más percepción de los detalles atendidos, al mismo tiempo que la atención para otros estímulos baja. La atención también disminuye con el tiempo por la fatiga, o por considerar aburridos, monótonos o repetitivos a los estímulos que se perciben. Con éstas dos formas, también se puede llegar al inconsciente. Evitar el foco de atención sería parte de la estrategia para la hipnosis.
Los anuncions de la televisión, los estantes de los supermercados, las conductas de los personajes en las películas, todo está impregnado de mensajes subliminales. Y el poder que manejan quienes lo utilizan es muy grande.
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