Por Patri León
No, no se trata del título del último estreno de Hollywood. Nada más lejos de la realidad. Con todos ustedes: Turritopsis Nutricula, la medusa que ha conseguido esquivar a la muerte.
Se trata de un milimétrico animal, de la familia de los hidrozoos, que habita felizmente los mares. A pesar de que es originaria del Caribe, ha ido extendiéndose por ultramar y actualmente vive incluso en aguas mediterráneas. Pero centrémonos ahora en la faceta extraordinaria y –según sus investigadores- exclusiva de esta especie.
Como ya sabéis, la vida de un organismo transcurre en diferentes etapas. En humanos, por ejemplo: los bebés vienen en cigüeña, se hacen mayores, llegan a la pubertad, tienen hijos, envejecen e inevitablemente, mueren. Bien, a Turritopsis éstas dos últimas fases le parecen un tanto desagradables de modo que, cuando alcanza la madurez sexual, vuelve a la pubertad.
Este rejuvenecimiento es posible gracias a la transdiferenciación, el mismo proceso que permite a los lagartos regenerar su cola o a las estrellas de mar recuperar sus extremidades. Lo impresionante de Turritopsis es que es el único animal capaz de regenerar su cuerpo por completo, reconvirtiendo sus células adultas diferenciadas en células nuevamente indiferenciadas. En células que les permiten empezar de cero. Pasa de ser una adulta con decenas de despampanantes tentáculos a una medusita con apenas ocho de ellos.
A continuación tenéis un gráfico –entendedor, espero- que os muestra en qué consiste la metamorfosis de la Turritopsis.
La Turritopsis adulta se desprende de sus tentáculos y se contrae sobre si misma –o se invierte- hasta formar una bolita de tejido. Se adhiere al suelo y “germina” hasta producir pólipos, formaciones de las que finalmente renace libre la medusa. Y el ciclo se repite incansable y eternamente.
En investigaciones de laboratorio (Piraino y Boero, 1996) [1] se comprobó que Turritopsis puede desatar el proceso de rejuvenecimiento en cualquier fase de su vida cuando se topa con un evento amenazador. ¿Comprendéis ahora por qué en el título hablamos de invasión? La invasión silenciosa, la llama Miglietta en su artículo [2]. Cuando nuestra querida medusa siente que la muerte la acecha, se convierte en esa bolita durante el tiempo necesario y espera pacientemente hasta poder resucitar.
Pero no os alarméis dado que, por supuesto, la Turritopsis es sólo potencialmente inmortal. Lamentablemente, su sofisticado mecanismo no la salva de ser engullida por un calamar hambriento o aplastada bajo los pies de una anciana veraneando en el mar.
Webgrafía
[1] Piraino, Boers y cols., (1996) Reversing the life cycle: Medusae transforming into polyps and cell transdiferenciation in Turritopsis nutricula http://www.biolbull.org/content/190/3/302.full.pdf
[2] Migglieta, (2009) A silent invasion http://www.stri.si.edu/sites/publications/PDFs/Miglietta_Lessios_2009-Biological_Invasions.pdf
